Cuando la noche del Viernes 22 de Diciembre de 2006 Raymi tocó a mi puerta imaginé, como era costumbre para la época, que el duende andaba con los preparativos de las celebraciones de fin de año en el bar. Para mi sorpresa no se trataba de eso:
– ¡Fer, abrime rápido! – gritaba el duende mientras pretendía hacer de mi puerta un felpudo
– ¿Qué pasa, loco? ¡Calmate porque te pateo las orejas!
– ¡Te necesito urgente!
– ¡Para navidad faltan dos días!
– Si, pero te necesito para que ejerzas de biógrafo del bar ¡ES URGENTE!
– ¿Qué mierda puede ser tan importante como para que destroces mi paz de esta forma? – dije mientras abría la puerta con un bate de béisbol en la mano dispuesto a volarle la cabeza a Raymi ante la primera estupidez que saliera de su tremenda bocaza
– Tengo a Papá Noel en el bar, borracho y diciendo que no piensa salir a repartir regalos nunca más “in the life”
A juzgar por la cara de mi amigo no lo dudé demasiado, la situación era dramática. Agarré mi “blog” de notas y partimos al bar que, en esta oportunidad, estaba ubicado en el patio de comidas de un conocido centro comercial de la zona de Palermo.
Lo primero que llamó mi atención fue la cola de madres con sus hijos y a los niños de las madres tirando piedras y pretendiendo saquear los locales. Habían prendido fuego cientos de gomas sobre la avenida Santa Fe, provocando lo que se conocerá en la historia como el primer “Piquete Kid” de la historia de la humanidad. Se habían robado toda la pirotecnia del stand de Cienfuegos y armaron un candombe que pa’ que te voy a contar.
A fuerza de empujones y esquivando las cámaras de Crónica TV – que estaban antes que nadie – pudimos entrar en el Shopping. El lugar, en relación a la época del año, lucía devastado por la ausencia de histeria de parte de los clientes que, habiendo dejado todo para último momento, luchaban por hacerse con el regalo pretendido para los hipócritas de sus familiares.
Fuimos en busca del árbol navideño gigante que, habitualmente, está ubicado en el centro del gigante comercial y comprendí al instante el motivo de la revuelta: Santa Claus no se encontraba en el sillón que se encuentra a los pies del árbol. La imagen de la debacle se veía plasmada en los primeros auxilios que le estaban practicando al fotógrafo luego de haber recibido una metralla de chupetes y mamaderas que, a modo de misiles “tierra-gordovestidoderojo”, habían provocado el estado de inconciencia del mismo. Nos dirigimos al bar… inmediatamente.
Lo primero que vi al entrar al bar fue una inmensa pelota roja y blanca que, en apariencia, dormía sobre una de las mesas junto a una botella de ron. Un gorro con pompón y de los mismos colores, yacía a los pies del gordo. No resistí la tentación de saber si era de verdad y le tiré del pelo. La reacción no tardó en llegar:
– ¡Ey! ¿Qué carajo te pasa?
– Ese no es lenguaje para Papá Noel, aunque dudo mucho de que ese sea realmente tu nombre, vos tenés más cara de “Cacho” que de Santa Claus. ¿Qué pasa gordo? Mirá que los pibes todavía piensan que existís
– Y vos seguro que pensás que soy el jefe de la barra brava de Estudiantes de La Plata que sigo con los festejos del campeonato que le ganaron a Boca ¿no? Ese es uno de los problemas: los Reyes Magos están amparados por La Biblia, de mí dicen que soy un invento “marketinero” yanki y te digo algo: ¡Me harté!
– ¡Pero qué sensible que estamos!
– ¿Y qué querés? Si a Rodolfo, el reno que me secuestró el Pacha el año pasado y que más tarde largó porque le tomaba la cerveza, lo tengo internado en Alcohólicos Anónimos hace seis meses. El complot es demasiado grande
– ¿Y la botella de ron que te tomaste es para darle un buen ejemplo a Rodolfo?
– Es que en donde yo vivo hace demasiado frío
– Pero acá es verano y hace 40 grados
– Bueno… estemmm… Papá Noel es un animal de costumbre
– ¡Si… claro! Lo había olvidado. ¡Gordo dejate de joder, tomate un café y andá a sacarte fotos con los pibes que la calle es un kilombo por tu culpa
– Por mi culpa han pasado cosas aún peores
– Como por ejemplo…
– Yo fui quien le regaló a Bush su primer tanque de guerra de juguete
– Definitivamente… sos un pelotudo, no me des más ejemplos, con ese me sobra
– ¿Cómo iba a saberlo? A Bin Laden le regalé un avioncito a escala y, como habrás visto en la propaganda Mantecol, también le regalé su primer saxo a Pettinato…
– ¡Ya está! ¡Bastá! – interrumpí – Me imagino las atrocidades que habrás provocado, pero algo bien habrás hecho quiero suponer
– No se si es bueno, pero hubo un año en el que no llegué a tiempo a los comercios, lo único abierto que encontré fue una librería y no tuve más remedio que comprar biromes. Le regalé biromes a Borges, Cortázar, Arlt, Sábato, Bioy y un par más que ni me acuerdo. ¡Ah…! también le regalé una pelota a Diego y un cochecito de carreras a Fangio
– Ves que a veces vale la pena. Por otra parte: los que supervisan las cartas que los niños escriben son los padres y de eso no podés hacerte cargo. El padre de Bush también deja mucho que desear
– En eso tenés razón. ¿Es mucho el descontrol que hay afuera?
– ¡Inmenso! Todo el mundo te está esperando
– Pero me acaba de llegar un mensaje de texto que dice que el fotógrafo está internado
– ¡Vamos, las fotos las hago yo!
– ¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS! –
Fernando A. Narvaez